lunes, 3 de agosto de 2009

REAL AUDIENCIA DE QUITO

En 1534 se fundo Quito en el lugar donde estuviera el asentamiento shiry, cabeza de la gran confederación que fuera el Reino de Quito. España reconoció el reino indígena y con sus mismos dominios y zonas de influencia instituyó la Real Audiencia de Quito. Y otras tantas ciudades se levantaron donde fueran centros de grandes comunidades, destacándose de modo especial Cuenca, la Tomebamba tan querida y hermoseada por Huayna Capac.A muy poco de la fundación de Quito, la ciudad fue protagonista de una de las mayores hazañas del siglo: El descubrimiento del gran Río Amazonas. De Quito, con indígenas quiteños salió Gonzalo Pizarro a la conquista y población de Quijos, Zumaco y la Canela. Dividida la expedición en las selvas orientales, Orellana siguió Coca abajo y navegó por primera vez todo el río Amazonas hasta su desembocadura en el Atlántico.Muy tempranamente se inicio en Quito una tarea civilizadora que sería vasta y sostenida. Muy poco después de fundada, el solar destinada para la comunidad Franciscana (en donde estuvieron las casas de placer de Huayna Capac), inicio a funcionar el Colegio de San Andrés, primera Escuela de Artes y Oficios de América. Allí se enseño a los indígenas arar con bueyes el campo y construir aperos de labranza, lo mismo que a tallar instrumentos musicales.A finales del siglo, en 1592, la revolución de las alcabalas mostró que existía ya una comunidad mestiza, con conciencia de su identidad y valor para rechazar los que consideraba abusos de la administración hispánica y los ya odiados "Chapetones". Y un teólogo quiteño, el padre Bidón (que fue además un celebre pintor y formador de pintores), proporciona su talento doctrinario en esa rebeldía.Madura en siglo XVII la nación Quiteña, altiva y religiosa, dada a devociones y a las letras. Las ciudades se organizan y crecen. Y Quito, la capital, se convierte en ciudad monumental con templos que hasta ahora despiertan admiración y con una asombrosa obra de ingeniería y urbanismo que logro vencer la más caprichosa y rota topografía.
Desengañados los quiteños de varias regiones de la Audiencia de la minería, la economía de la audiencia descanso sobre la industria textil. Mientras en el Puerto Principal, Guayaquil, en prósperos astilleros se labraban navíos, "De los mejores que se fabricaban en el Mundo ", y se comercializaba activamente con maderas, cables y de manera especial el cacao. Con todo esto, más una rica agricultura, los territorios de la Audiencia prosperaban, a pesar de sequías y terremotos en la Sierra e incendios y asaltos por parte de piratas en Guayaquil. En el siglo VXIII, esta bonanza se ensombrecería con las desmedidas alzas en impuestos y la política de la Corona tendiente a favorecer sus industrias..
Pero en prosperidad y decadencia económica el Quito colonial (todavía la Audiencia), mantuvo un altísimo nivel de cultura y arte. Los Jesuitas, de modo particular habían establecido un sistema educativo realmente nacional que culminaba en la capital con el Colegio Seminario de San Luis y la Universidad de San Gregorio Magho, donde se formaba la intelectualidad de la Audiencia. Pero en Quito también los Dominicanos regentaban Colegios y prestigiosas Universidades.
Y, comenzando por Quito, varias ciudades lucían gallardos oradores y otras gentes dadas al pensamiento y las letras.
De manera Quito brillo en todo el mundo hispano por sus pintores y escultores mestizos e indios. Cumbres son, en el siglo VXII, los pintores Miguel de Santiago y Goribar, en el siglo XVIII, los escultores Legarda y Caspicara. Tan rica y sostenida tradición de artistas y talleres, dentro de inconfundibles líneas estilísticas, ha permitido hablar de una Escuela Quiteña.
El nivel alcanzado por criollos y mestizos en nuestra colonia se mostró en figuras que cobraron resonancia americana y europea. El latacungueño Ignacio Flores fue en Madrid profesor de Colegio de Nobles y de vuelta a América, en hora crítica, liberó a la paz del cerco que le había puesto Tupac Catari, y gobernó después sabiamente la Audiencia de Charcas; el riobambeño Pedro Vicente Maldonado, abrió el camino de Quito a Esmeraldas y dibujo un admirable mapa de la Audiencia; viajó con al Condamine por el Amazonas, y en Europa fue nombrado Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias de París y acepto en la londinense Royal Society; el guayaquileño Pedro Franco Dávila inició con su rica colección el Real Gabinete de Historia Natural de Madrid y fue su primer Director; el Quiteño Espejo fue el gran reformador de las instituciones quiteñas del XVIII, el gran animador de la economía y cultura y sentó las bases para un proyecto de autonomía política; El Quiteño José Mejía se convirtió en figura mayor de las Cortez de Cádiz, asamblea que reinó la inteligencia de España y América; El Riobambeño P. Juan de Velasco, respetado en Europa por su ciencia, dio a la Patria la obra que ha cimentado su ser de nación, la historia del Reino de Quito, y el poeta Juan Bautista Aguirre (cumbre de la Lírica Barroca) y el filósofo y escritor Ramón Bisecas fueron en Europa consultados de Obispos y cardenales y admirados maestros y polemistas..
Para terminar con esta somera visión de Quito (hoy Ecuador) en la Colonia, importa destacar la gigantesca empresa de las misiones de los jesuitas Quiteños en el Oriente ecuatoriano, que tuvo como ejes el Napo y el Amazonas. Cuando la expulsión de los de Loyola se contaba tres ciudades (Santa Cruz, de Lanas, Archidona y Puerto Napo) y treinta y tres pueblos o reducciones en Pastaza, el Napo y el Aguarico y el Marañon hasta Iquitos. Y a la inteligente tarea de asentar esas comunidades y enseñarse toda suerte de oficios, debe añadirse una gran obra cartográfica ( Iniciada por el Mapa de Amazonas del P. Fritz) de estudio de las lenguas aborígenes y de relaciones de esa admirable historia en crónicas, informes y diarios, que constituye fascinante capítulo de la literatura ecuatoriana.

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